Jefe de proyecto

Simplificando el enfoque, me atrevo a decir que existen dos tipos de jefe de proyecto: el que realmente lo es y el que es nombrado como tal, pudiendo serlo o no. Personalmente, he compartido experiencias con magníficos jefes de proyecto, pero también he sufrido las consecuencias de jefes, etiquetados como tal, que no lo son.

En la última entrada destacábamos la faceta del gestor de información perfecto como un excelente técnico. La tendencia natural del desarrollo profesional pasa por esa primera etapa que consiste en formarse intensamente en la teoría y en la práctica. Nuestro gestor de información perfecto asumirá cada vez más responsabilidades. Verá las dificultades como retos y cada vez que aflore una incompetencia, la etiquetará como una oportunidad de mejora. Priorizará esa situación y aplicará su mejor receta: formación + motivación, para transformar esa incompetencia en una nueva competencia.

¿Por qué esta fórmula sencilla no es aplicada por todos? Básicamente porque ese enfoque supone esfuerzo. Esfuerzo personal sin resultados a corto plazo. Es una siembra constante que prepara el terreno del futuro jefe de proyecto. Ocurre muy a menudo que el técnico se encuentra en un ámbito de confort, ejerciendo su trabajo bajo la dirección de alguien que le dice qué debe hacer, cuándo y con qué medios, si su jefe de proyecto es competente. Pero, a menudo también, puede estar sumido en un caos porque debe sufrir a uno de esos jefes de proyecto refugiado en un título y en una cortina de humo.

La organización ya sabe que nuestro gestor de información es un buen técnico, pero ahora le plantean un salto cualitativo y cuantitativo en su carrera: responsabilizarse de un proyecto, dirigir personas, emplear medios y cumplir con un presupuesto, un plazo de ejecución y una calidad de servicio o producto final. En ese momento, el proceso de siembra adquiere mucho valor y hace posible que el gestor de información perfecto ejerza como jefe de proyecto en un archivo, biblioteca o centro de documentación o información. Lo hará mejor o peor, pero su esfuerzo previo le permitirá reducir el umbral de error frente a otros, que verán aflorar todas sus incompetencias en un entorno casi ingobernable.

Sin embargo, nuestro gestor de información perfecto va más allá de ser un buen técnico y un excelente jefe de proyecto. Es un líder que toma la iniciativa, transforma, e innova y para ello necesita más facetas que iremos descubriendo. La próxima: el gestor de información como vendedor.

Emilio Sanz, fecit.